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4. ESCRITORES: DE LA REGIÓN DE MURCIA. Pascual Vera Nicolás |
Eliodoro PucheLORCA 1885-1964 Aunque toda obra literaria está influenciada por la vida de quien la escribió, pocas veces estuvo tan íntimamente ligada como la vida y la obra de este lorquino. Eliodoro Puche —sin hache, como a él le gustaba firmar— bebió la vida a grandes tragos, disfrutó del apasionado Madrid de las primeras décadas del siglo junto a un grupo de amigos, escritores bohemios, noctámbulos empedernidos y asiduos de atípicas tertulias nocturnas en las que los cafés eran sustituidos por castizas tabernas. «Poeta interesante, de alma verdadera e intensa, amigo de la borrachera y de la noche», así definió Gómez de la Serna a Puche, «El hombre de la luna nacido en la ciudad del Sol», en afortunada pincelada de Francisco Alemán. En Madrid se integró en los movimientos más vanguardistas de la época, al tiempo que participaba en las revistas más prestigiosas del momento. Influido por los simbolistas franceses —Baudelaire, Verlaine, Rimbaud...—, a los que tradujo, Puche puede ser considerado como uno de los primeros cultivadores del ultraísmo, versión española de los movimientos vanguardistas más avanzados del primer tercio de siglo. Sus primeras obras —El libro de los elogios galantes y de los crepúsculos de otoño o Corazón de la noche— nos lo presentan como el cantor de la mujer, de la noche y las estrellas. En los años 20 regresa a Lorca y ejerce como director del periódico socialista El Pueblo. Se compromete activamente en la causa republicana, ejerciendo diversos cargos durante la Guerra Civil, lo que le valió posteriormente la cárcel y el exilio. Esto le sumió en una profunda depresión que se traduce en una obra con un considerable poso de amargura: Carceleras y otros poemas, El marinero de amor o Las alas del aire contienen poemas amargos, nostálgicos y dolorosos, pero también sencillos y sinceros. Amigo personal de Valle Inclán, Machado, Juan Ramón Jiménez o Gómez de la Serna, y una de nuestras mejores voces líricas del siglo, Puche murió prácticamente olvidado. Su amigo Cansinos-Assens, líder del ultraísmo, lo había descrito de la siguiente manera: «Cuando le veíamos así, taciturno y huraño, agrio y feo, guardando su secreto al margen de nuestras efusiones, no podíamos sospechar que tuviese su alma tan divinamente herida por la belleza del mundo...». |
S. XIX |