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4. ESCRITORES: DE LA REGIÓN DE MURCIA. Pascual Vera Nicolás |
José Frutos BaezaMURCIA 1861-1918 Cuando Frutos Baeza murió, en plena Semana Santa —esa festividad que él inmortalizara en tantos poemas— de 1918, el director del diario El Liberal, Jara Carrillo, le saludó en su periódico como «el último panocho». «Genuino y castizo sostenedor del habla popular», expresaban los titulares de El Tiempo, otro diario murciano de la época. Efectivamente, nunca hasta entonces se había elevado a tan altas cotas literarias el habla típica de la huerta murciana, cuyas expresiones Frutos Baeza supo exponer con un gracejo y un sentimiento que crearían escuela durante décadas, y que, aún hoy, siguen representando un modelo a seguir por los panochistas:
De origen humilde, Frutos comenzó su relación con el mundo de las letras componiendo los escritos de otros: como cajista de El Diario de Murcia, un trabajo que posibilitaría el nacimiento de una amistad que habría de ser definitiva en su afición por la Literatura: con su director, el escritor Martínez Tornel. Fue en ese diario donde publicó sus primeros poemas, las primeras muestras de una obra que abarcaría obras teatrales, históricas —llegó a ser cronista oficial de Murcia— y hasta la narrativa, en una única aunque afortunada novela, El ciudadano Fortún, cuyo estilo y tratamiento recuerdan al Galdós de los Episodios Nacionales. Pero fueron sus obras en panocho, desde Palicos y cañicas a Desde Churra a La Azacaya o Cajines y albares plenas de ironía, buen humor e ingenio, los que le convertirían en el poeta murciano más leído y popular de su tiempo, un poeta que supo cantar como pocos a la huerta, a las tradiciones más entrañables de esta tierra, y a sus gentes, resaltando con gracia las virtudes y defectos de sus paisanos. En sus poemas, un viejo con «cencia» y «esperencia» solía ofrecer consejos a los más jóvenes, alternando las frases más sensatas con otras cargadas de malicia y llenas de dobles sentidos. Frutos Baeza supo captar el espíritu de la huerta construyendo una lengua escrita auténtica a partir de la expresión hablada de nuestras gentes. Sus bandos y soflamas panochas —llamados también, gráficamente, perolatas—, hechos para ser recitados en voz alta y con marcado acento murciano, han hecho reír hasta la extenuación a varias generaciones de murcianos. |
S. XIX |