Parlamentarios por Murcia: Dos siglos al servicio de una Región

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          5. EL BANCO AZUL. Parlamentarios por Murcia que fueron ministros. Señor Presidente. Pgs [1] [2] [3] [4] [5] [6]

El Banco Azul

Señor Presidente
(Parlamentarios elegidos por Murcia que llegaron a presidentes de Gobierno) (3)

Antonio Cánovas del Castillo

Málaga 1828-Santa Águeda (Guipúzcoa) 1897
Diputado por Murcia en 13 legislaturas: 1864-65; 6-3-1866 a 14-3-1866; 16-2-1869 a 2-1-1871; 17-7-1871 a 2-10-1871; 30-4-1872 a 28-6-1872 y en las ocho que se celebran entre 9-3-1876 y 8-8-1897.
Ministro de Gobernación de 1-3-1864 a 16-9-1864.
Ministro de Ultramar de 21-6-1865 a 10-7-1865.
Presidente del Congreso de los Diputados de 28-12-1885 a 5-1-1886.
Presidente del Consejo de Ministros de 31-12-1874 a 9-1-1875; 2-12-1875 a 7-3-1875; 9-12-1879 a 8-2-1881; 18-1-1884 a 27-11-1885; 5-7-1890 a 23-11-1891; 23-11-1891 a 11-12-1892 y 23-3-1895 a 8-8-1897.

Para amigos y adversarios, Cánovas era el Monstruo, alguien que rebasaba con creces cualquier límite establecido. Hombre de enorme cultura, extraordinario orador, estadista eminente, pero también distante, antipático y de una soberbia conocida por todos, su activa participación en la construcción del Estado español, desde 1874 hasta su muerte, propició que el último cuarto de siglo su biografía coincidiera esencialmente con la historia de España.

Pese a su procedencia malacitana y su residencia en Madrid, durante todos esos años -y aún bastantes de los anteriores- Cánovas salió elegido diputado por Murcia, convirtiendo Cieza, en un feudo absoluto que le dio el acta de diputado hasta en 13 ocasiones. Y no sólo él: muchos de sus parientes también obtuvieron su correspondiente acta de por la circunscripción murciana, en una demostración más del carácter caciquil de un sistema corrupto, pero que su colaborador Romero Robledo perfeccionó.

Hijo de una familia humilde -su padre era maestro de escuela-, tuvo unos comienzos un tanto revolucionarios, de los que se apartaría pronto. En la década de los sesenta desempeñó las carteras de Gobernación y Ultramar, dejando la política durante la I República para dedicarse a actividades investigadoras como historiador, fruto de las cuales fueron numerosas publicaciones.

A la caída de la I República, Canovas se convirtió en el ideólogo y auténtico artífice de uno de los proyectos políticos más ambiciosos y complicados de la historia de España: la Restauración borbónica. Él mismo resumió su ideario de la siguiente manera en uno de sus discursos: He dicho que lo primero para mí era la nación o la patria; que lo segundo era el principio monárquico constitucional; que lo tercero era la dinastía, y la dinastía hereditaria. Como subraya Juan Bautista Vilar, el sistema mayorista se sustentó sobre estos cuatro pilares: libertad, propiedad, monarquía, dinastía y gobierno conjunto del rey y de las Cortes. Ello, sumado al talento político de Cánovas, son la clave de su larga perdurabilidad.

Opuesto al regreso de Isabel II, Canovas consiguió la abdicación de ésta en la persona de su hijo, Alfonso XII, y, desde finales de 1874 lideró la tarea de consolidar un nuevo régimen en España que aportara estabilidad política y que acabase con los pronunciamientos militares, tan típicos del siglo XIX. El principal instrumento de este proyecto fue la Constitución de 1876, la norma que más tiempo ha durado en la historia de nuestro país.

Su intención era proporcionar normalidad a la convulsa vida política española mediante un sistema integrado por dos partidos: el liberal-conservador de Cánovas y el liberal de Sagasta que se alternaran pacíficamente en el poder y que anulasen los extremismos de ambos signos. Este sistema implícito ya en tiempos anteriores, ahora pudo ser aplicado en virtud del tesón de este político.

El sistema ideado por Cánovas fue el primer intento serio de monarquía liberal-parlamentaria desarrollado en España, pero en la realidad encubría la puesta en práctica de unos mecanismos perversos en los que el manejo de las votaciones era absoluto por parte de los líderes políticos, representando una farsa en la que nadie creía. El sistema se puso a cubierto de riesgos imprevistos al aplicarse el sufragio universal desde 1890 para satisfacer a la izquierda dinástica (liberales y ex-republicanos) pero en el que Cánovas no creía: Si da un verdadero voto en la gobernación del país a la muchedumbre no sólo indocta, que eso sería casi lo de menos, sino a la muchedumbre miserable y mendiga, ha de ser el triunfo del comunismo y la ruina del principio de propiedad (...)

No obstante estas incongruencias, hoy se reconoce que con el turno pacífico de partidos Cánovas consiguió dotar a España de las instituciones más estables que había tenido España desde los comienzos del constitucionalismo.

Durante su última etapa en el gobierno intentó resolver el problema cubano, primero con una actitud dialogante y más tarde por la fuerza. Ninguna de estas posturas dio resultado, pero Canovas no llegó a ver el desenlace de esa contienda, asesinado por un anarquista italiano en 1897, un año antes de la pérdida de la isla.

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