De Staber griego al Segura cristiano
Murcia y buena parte de los municipios regionales no existirían sin el río Segura y sus afluentes. O existirían de otra manera. El río ha sido una verdadera columna vertebral de la región. La vida de los murcianos ha estado marcada por una relación de amor-temor hacia el río.
Esto se ha traducido en un constante esfuerzo por aprovechar sus aguas vivificantes –unas veces deja tierras– y por protegerse, al mismo tiempo, de la constante amenaza –otras veces se las come– de unas riadas que han provocado numerosas tragedias desde tiempos inmemoriales, como escribía Vicente Medina.
La progresiva conquista de su cauce a base primero de azudes, acequias, boqueras, ramblas, el empleo de ingenios para elevar agua –norias, aceñas...–, el empleo de pantanos para regularlo, la rectificación de su discurrir suprimiendo meandros, el trasvase... son acciones con las que el hombre ha ido domeñando su furia y poniéndolo a disposición de unas tierras sedientas que han aprovechado de él hasta la última gota. El escritor Hans Christian Andersen, viajero por Murcia, regalo del Segura
En cierto modo, como decía Herodoto de Egipto, Murcia es un don del Segura. No se puede explicar la historia de la región sin la presencia permanente de este río y de las posibilidades que ofrece para las tierras adyacentes. Son muchos los autores árabes que compararon la acción vivificadora que ejercía nuestro río con la del gigante africano en Egipto –‘Murcia se encuentra a orillas de un gran río que riega todo su territorio como el Nilo de Egipto’. |
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El Segura a su paso por los arrozales de Calasparra. |
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El Guadalentín, encauzado, asu paso por Lorca. |
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Así la describía un texto árabe del siglo XII: Murcia es la hermana de Sevilla. La primera es la huerta del Levante andalusí, la otra es el vergel del Al Andalus occidental [...] pero Murcia saca ventaja a su rival en el aprovechamiento –para riego– de las aguas de su río, pues, a diferencia de lo que sucede en Sevilla, el río de Murcia cabalga sobre su tierra’
Llamado Staber por los griegos, Thader por los romanos, Taderus por los hispanos, nahr Mursiya –río de Murcia–, Alana o nahr Al-Abyad –río blanco– por los árabes, fue la fertilidad que proporcionaron sus aguas a las tierras adyacentes, lo que impulsó a los conquistadores árabes a cambiar sus lanzas por arados, estableciéndose en torno a sus vegas.
La existencia de un río capaz de transformar en oasis cuanto tocara –la huerta de sus vegas conforma un verde espléndido entre parajes desérticos– impulsó a una ordenación del territorio orientada a sacar el máximo rendimiento de sus aguas
Pero es Murcia, sin duda, la ciudad de toda la cuenca que mantiene una relación más íntima –aunque no exenta de conflictos– con su río.
En el siglo XV, un escritor árabe anónimo describía así la relación entre Murcia y su río: ‘Está a la orilla de un río que es una bendición, que rodea sus murallas como la pulsera rodea la muñeca’.
Según el profesor Francisco Calvo, el emplazamiento de la ciudad de Murcia sobre un meandro del Segura, confiere dos principales características a esta relación: la convierte en un territorio fácilmente inundable, y estrangula el territorio urbanizable.
En función de estos dos hechos, la relación de Murcia con el río girará en torno a dos objetivos fundamentales: la consecución de mayor seguridad frente a las continuas avenidas, y el intento de conseguir terrenos para crecer. Murallas circundando la ciudad y la construcción del Malecón constituirán sus primeras armas de defensa, mientras que con la corta de meandros se intenta ganar terreno para ampliar una ciudad que necesita crecer.
En el siglo XVIII se da un gran impulso a estos objetivos, con la construcción de un Malecón de piedra, el desvío del peligroso Guadalentín y el comienzo de un nuevo diseño para la ciudad, en un intento de integrar de manera más armoniosa el río en la vida ciudadana.
Una importante iniciativa para lograr ambas cosas fue el Proyecto de Canalización y Ornato del río Segura a su paso por Murcia, realizado por el ingeniero Manuel Serrano en 1785 con el fin de “liberar a Murcia de todos los riesgos que se ve continuamente expuesta en sus crecientes”.
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El plan proponía la supresión de diversos obstáculos que impedían la libre circulación del agua –entre ellos los molinos.
El proyecto incluía una serie de mejoras muy atrevidas e innovadoras para su tiempo, que contemplaba el río como arteria central de la ciudad y articulaba en torno a él una amplia red de mejoras. Entre ellas dos grandes avenidas que, partiendo de la iglesia del Carmen y de la plaza de toros –posteriormente Camachos– en dirección al río confluían en un puente –el puente Nuevo, que tardaría aun 120 años en ver la luz–.
Se iniciaba a partir de allí el Paseo nuevo de Floridablanca, una amplia avenida arbolada que fue imitada en cierto modo, casi dos siglos después, por la avenida Infante Don Juan Manuel. El proyecto de Manuel Serrano se adelantaba a su tiempo en estas y otras medidas, como la de alinear y homogeneizar las casas del barrio de San Juan para procurar una “buena vista al nuevo paseo”.
Desgraciadamente, su propuesta, como tantas iniciativas ambiciosas relacionadas con el agua que intentaron llevarse a cabo en la región, se quedó en mero proyecto.
En el siglo XIX se derriban las murallas de la ciudad y se construye un paseo junto al río, haciéndose la Glorieta, pero el margen derecho continúa casi intacto, sin edificar y con el lateral del río poblado por los molinos.
Al cumplirse el primer tercio del siglo XX, la ciudad posee ya una fachada fluvial izquierda compacta y llena de edificios de envergadura –mercado de Verónicas, Audiencia, Ayuntamiento, Palacio episcopal, Instituto, Convalecencia, Cuartel de Garay...– en un kilómetro de extensión, que ponía de relieve la conjunción río-ciudad que se había conseguido.
Los ríos de la región
Aunque ni nace ni muere en tierras murcianas, el Segura, y la cuenca drenada por él poseen en la región su feudo principal. Integrada por seis provincias de tres regiones diferentes, el 60% de toda la cuenca del Segura se encuentra en la región de Murcia.
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Central Hidroeléctrica de Ojós. |
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