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Cap.2:Nuestros tatarabuelos y el agua


Orígenes de la lucha por el dominio del agua en Murcia

La Prehistoria
Una forma divertida de expresar la relación ancestral que existe entre el ser humano y el agua, es aquella en la que se afirma que la naturaleza ha hecho tan bien las cosas, que ha situado los grandes cauces de agua junto a las mayores aglomeraciones de gente. Es decir, justo en los lugares donde más se necesitaba.

Lo cierto es que el ser humano siempre ha intentado permanecer cercano a algún tipo de cauce de agua que garantizase su abastecimiento.

En unos momentos en los que el hombre aún no había aprendido a dominar las corrientes y a conducir el agua, esto era cuestión de mera supervivencia. Pero incluso muchos siglos después, cuando hubiese sido posible vivir más alejados de corrientes de agua, los ríos y lagos han seguido constituyendo una fuerte atracción para las grandes migraciones. Su utilización como medio de transporte o como fuente de energía para todo tipo de máquinas, ha hecho de los ríos un tradicional e insuperable foco de atracción natural.

En una región tan árida como Murcia este hecho adquirirá un relieve especial. No es casualidad que buena parte de los primeros asentamientos estables de población se produjeran en la zona mediterránea –debido a lo bonancible de su clima– y junto a los cauces de los ríos, para así poder disponer de agua en aquellos primeros cultivos que comenzaban a practicar nuestros antepasados regionales.

El regadío se inició en Oriente próximo en torno al 7000 a. de C. Hasta entonces el hombre había sido mero recolector, pero a partir de ese momento inicia otra relación con la naturaleza, desarrollando técnicas para transformarla en su propio beneficio. En las tierras más secas del próximo Oriente comienza a darse una mentalidad que pasará a todo el Mediterráneo: aprovechar hasta la última gota de agua. Nace el cultivo en terrazas, se subdividen los cauces

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Diversos útiles agrícolas ibéricos (S. IV. a de C.), Museo Arqueológico de El Cigarralejo.
superficiales de agua para esparcir su caudal, se acumulan las sobrantes en pequeños embalses...

Sin embargo, en Murcia, la población es aún muy escasa. Posiblemente no será hasta el final del Neolítico cuando, debido a un aumento demográfico, se hizo necesario colaborar con la propia naturaleza cultivando y cuidando las cosechas.

Los primeros intentos por dominar el agua, serían tan sencillos como la colocación de algunas rocas para desviar determinados cauces próximos, o bien para utilizarlos como improvisados diques de protección en caso de avenida.

Cualquier historia de la región que se haga debe conferirle al regadío una gran importancia, pues es parte inmanente de la vida regional desde los primeros asentamientos humanos estables que se producen en estas tierras.


Los primeros pobladores de la región ya buscaban lugares próximos a los cauces fluviales. En el mapa se puede ver la cercanía de estos asentamientos a los ríos desde el tercer milenio antes de Cristo.

Es en la fase final del Neolítico hacia el Eneolítico, en torno a la mitad del III milenio a. de C. cuando se puede afirmar que las técnicas agrícolas se han difundido ya totalmente en Murcia. Los valles de las cuencas fluviales del Segura, del Quípar, Mula o Guadalentín son, junto a algunos puntos de la costa, las zonas preferidas de los primeros murcianos. La puesta en práctica de sistemas agrícolas permite que estos asentamientos posean carácter más estable, posibilitando un notable aumento en la población.

Los valles de la región y aquellas zonas en las que la escorrentía natural obligaba a las aguas de lluvia a discurrir por ellas, fueron los terrenos más apreciados por el murciano prehistórico. Esta escorrentía natural –libre circulación del agua de lluvia– empezó pronto a intentar ser corregida por los primitivos agricultores. El objetivo era obtener el máximo beneficio de las aguas. Comenzaron así a efectuar trabajos en las laderas de las montañas para intentar hacer discurrir las aguas por sus cultivos, en lo que ya puede considerarse incipientes sistemas de regadío.

Una de las primeras evidencias de un sistema de regadío se sitúa en el poblado eneolítico de El Prado, en Jumilla, donde se encuentran rastros de un elemental sistema de captación de aguas y un sencillo sistema de riego. La existencia de una zanja ha hecho pensar, incluso, en un sistema de almacenamiento de agua.
Una de las primeras evidencias de un sistema de regadío se sitúa en el

 




Aun cuando la salinidad de los acuíferos cartageneros era alta, existieron pozos en la época romana, como el de San Ginés, esquina Duque y el del mercado tardorromano.



Petroglifo de la Pedrera, del II milenio a. C. Situado en la Sierra de la Pedrera, en el término de Jumilla. De carácter ritual. Se trata de un conjunto de cazoletas y canalillos grabados sobre una roca. Están comunicados entre sí y desaguan en una cazoleta de mayor tamaño.

poblado eneolítico de El Prado, en Jumilla, donde se encuentran rastros de un elemental sistema de captación de aguas y un sencillo sistema de riego. La existencia de una zanja ha hecho pensar, incluso, en un sistema de almacenamiento de agua.
La época argárica, en el II milenio a. de C. es, en este sentido, especialmente rica en nuestra región. En ella abundan las manifestaciones agrarias y los habitantes de la región muestran ya un especial interés por dominar y aprovechar las aguas.

Surgen las primeras cisternas, situadas en lugares altos, destinadas a paliar las necesidades de la población. Solían estar excavadas en paredes rocosas, y serían impermeabilizadas con algún tipo de material que permitiera conservar el agua en ellas. En esta época ya existen aljibes y riegos de boquera, un sistema que sería mantenido por nuestros agricultores durante 3700 años y que

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