La subasta: Alporchón y concierto de las Aguas
Las ventas de aguas se realizaban mediante el sistema de subasta pública.
Primero se subastaban los días, y después las noches. El padrón de cada lugar era el documento que se seguía para imponer un orden en la subasta, siendo el precio alcanzado por las hilas del propio ayuntamiento las que ponían precio al agua en cada jornada.
Este sistema de especulación diaria suscitó que, en épocas de especial escasez, el agua adquiriera unos precios absolutamente prohibitivos, tan sólo al alcance de los más adinerados, que provocaban indignación y descontento generalizados: “De modo que en los casos de suma escasez, cuando las aguas adquieren un precio desorbitante el rico propietario proporciona a sus campos la lozanía y la abundancia, mientras que el pobre labrador, impotente y desesperado, ve agostarse los suyos y desaparecer sin remedio los únicos recursos en que libraba la subsistencia de su familia”.
El ingeniero era contundente: “Este sistema es de iniquidad y oprobio para el Gobierno que lo practica y consiente, conviene que desaparezca enteramente y sea reemplazado por otro más justo y paternal en que la abundancia y escasez se repartan con igualdad entre todos sin distinción entre pobres y ricos”.
Pero los intereses de las clases más acomodadas y de la propia Iglesia, que ostentaba la propiedad de buena parte de las aguas, iban por otro lado. Cuando el ingeniero Subercase clamaba por el fin de este sistema, éste ya llevaba medio milenio de práctica, y aún tuvo que transcurrir un siglo más para que desapareciera completamente.
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El concierto o subasta de las aguas se desarrolló durante los últimos cien años de funcionamiento en el edificio del Heredamiento de Mula, hasta su desaparición en 1966. |
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Abrevadero en la cuesta de Monterol, en Mula, usado por los ganados de la Mesta desde la Edad Media. |
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El 25 de marzo de 1960 una orden ministerial ponía fin a estas subastas en Lorca. Habían transcurrido 500 años desde que se introdujo la separación entre tierra y agua. En Mula su práctica acabó en 1966. Se daba paso, de este modo, a un sistema de riego más justo, que sería sensiblemente mejorado pocas décadas después, hasta lograr sacar a cada gota de agua una productividad que ninguno de los usuarios del Alporchón ni del Concierto de Aguas había sospechado jamás.
La escasez, y no otra causa, es lo que debió estar detrás del hecho de que el agua se controlara exhaustivamente hasta en su más mínima porción.
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Acueducto de Rambla Bermeja, en el Canal de Aguas Claras. El canal arrancaba del pantano de Puentes y conducía las aguas, a través de 15 kilómetros, a los partidores de la Casa Mata. |
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Para ello, se establecieron medidas exactas que iban desde los jarros y horteras jumillanos hasta las horas de Yecla, una denominación variada –a menudo alegórica de la cantidad a que hacían referencia– que recorre la región murciana.
Se trata de un argot que queda establecido y fijado con precisión en cada comarca, por más que en cada zona, las cantidades de agua sean distintas, incluso cuando se las denomina con nombres idénticos.
En el caso de Lorca, el agua del Guadalentín se dividió en 24 porciones, que recibieron el nombre de hilas9. Desde la Casa, que servía para denominar el agua de una hila durante una jornada completa, hasta la Jarra,
9 Antonio Gil Olcina ha estudiado esta particularidad histórica de la separación del agua y la tierra en la cuenca del Segura. Resulta especialmente ilustrativo al respecto su trabajo ‘Propiedad y subasta del agua en los ríos-ramblas murcianos’, en ‘La cultura del agua en la cuenca del Segura’, págs. 311-335, Antonio Gil Olcina (dir.). Cajamurcia, Murcia, 2004. |
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