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Cap.nº14: El abastecimiento de agua potable en la región

Recreación de unas termas romanas. Ilustración del Centro Arqueológico de los Baños, Alhama

El sistema: de la provisión de agua a la evacuación
La carencia tan acusada de agua de la ciudad de Cartagena, es algo que ha motivado continuos proyectos y sólo a mediados del siglo XX fue resuelto el problema, mediante la canalización y transporte del agua del Taibilla.
Los romanos hubieron de buscar agua en los alrededores más próximos. La Fuente de Cubas, situada dos kilómetros al norte del centro de aquella Carthago Nova, sería probablemente uno de los lugares de captación de agua, aunque según Alejandro Egea, pudo existir una segunda fuente: el manantial de San Juan o Fuente Santa, situado tres kilómetros al este de la ciudad. Convertidos en Caputes Acquae –fuentes de captación de las aguas–, del primero –o de los dos– partiría un acueducto cuya función era conducir las aguas al interior de la ciudad, tema en el que los romanos eran reputados especialistas.

El o los acueductos serían conducidos a un lugar elevado en el que se almacenaría el agua. En opinión de Alejandro Egea y de Elena Ruiz este lugar –el Castellum aquae romano– estaría ubicado sin duda, para la fuente de Cubas, en lo alto del cerro del Molinete, al que llegaría gracias a la altura del acueducto. Allí estaría situado un gran depósito de aguas que permitiría, por simple fuerza de gravedad, la distribución a todos los rincones de la ciudad.

Tres eran los destinos principales de este agua: en primer lugar los servicios municipales, incluyendo fuentes públicas y ornamentales y grandes depósitos de almacenamiento. En segundo, las termas y baños públicos, tan importantes en la cultura romana. Por último, el agua iría a los ciudadanos. Para conseguir este grado de distribución, del castellum aquae partirían una serie de tuberías principales que se irían ramificando para alcanzar todas las zonas de la ciudad. Estaban construidas casi siempre de plomo –fistulae plumbis.
Debido a la escasez de agua en Cartagena, también debieron existir en época romana sistemas de captación alternativos, como los pozos y, sobre todo, las cisternas, que debieron ser muy abundantes en la Cartagena romana.

A pesar de disponer del agua procedente del acueducto, Carthago Nova seguiría siendo deficitaria en agua, por lo que se continuaría construyendo cisternas en casi todas las casas de la ciudad. Se trataba de cisternas rectangulares realizadas a base de opus caementicium –una mezcla de cal, arena y guijarros– que eran recubiertas de opus signium –argamasa y fragmentos de cerámica o ladrillos– para impermeabilizarlas. Para evitar filtraciones, los ángulos eran reforzados con molduras especiales.



Baños de Alhama del siglo XIX Centro Arqueológico de los Baños.


En la zona de El Alamillo, en el Puerto de Mazarrón, se puede visitar una balsa romana de distribución de agua que estaba ya en uso en el siglo I. El agua procedía de un manantial situado a 5 kilómetros y era conducida por un acueducto. Sus importantes dimensiones 15’30x 12’30 mts. hacen que pudiera albergar más de 240 m3; con ella se abastecía a la población.

Una vez utilizada, quedaba el problema de la evacuación, un tema que los romanos resolvieron perfectamente a través de un sistema de cloacas que se convirtió en imprescindible conforme las ciudades crecían en densidad. Probablemente, las aguas sucias eran arrojadas a la calle en la ciudad –con la consiguiente incomodidad y peligro para la salud– hasta que se instaló un sistema de evacuación de aguas a través de las cloacas.

En Carthago Nova el sistema de cloacas consistía en una acometida directa desde cada casa hasta el entramado principal, que recorría la zona central del interior de las calzadas. Estas acometidas solían ser de cerámica. El sistema era sencillo: se trataba de tubos macho y hembra que encajaban perfectamente, permitiendo la circulación del agua e impidiendo su fuga.

El baño
Los romanos vieron en el baño una práctica saludable y placentera. Séneca ya se refirió a la afición de los romanos por el baño diario. Cada jornada se lavaban cara, brazos y piernas, y era costumbre tomar un baño completo cada nueve días.
Prueba de la difusión de la práctica del baño en época romana es la proliferación de termas en casas particulares de nuestra región descubiertas en distintas excavaciones arqueológicas.






 

 

Son las termas, sin duda, como afirma el arqueólogo Alejandro Egea, el elemento relacionado con el agua que más abunda en Murcia. Lorca, Cehegín, Caravaca, Fortuna, Mula, Águilas o Alhama son algunas poblaciones que contaron con termas romanas.

En Cartagena existieron unas termas públicas a los pies del Molinete, pero fueron muchas más las particulares que se dieron en la ciudad en época romana.
En Roma existieron, a comienzos de nuestra era, al menos un millar de establecimientos termales públicos, algunos de un considerable tamaño, como los de Diocleciano o Caracalla.

Las termas incorporaron pronto una novedad que las hicieron más atractivas: el calentamiento de suelos y paredes, lo que hacía que en épocas frías el visitante no buscara sólo el baño, sino también un calor del que no disponían en sus casas.
Los grandes baños disponían de la posibilidad de realizar ejercicios físicos en la llamada Palestra. El primer contacto con el agua era a través del Frigidarium, un baño poco profundo y frío en el que el visitante se limpiaba el sudor. Una puerta muy estrecha permitía el paso al Trepidarium, cuya temperatura tibia iba acostumbrando el cuerpo, tras el primer baño frío, para entrar en calor en el Caldarium, una piscina de agua caliente y el Sudatio, con baños de vapor. Finalmente, una amplia piscina con agua fría, Natatio, permitía a quienes lo deseaban practicar natación.
Las termas romanas de Alhama fueron utilizadas entre los siglos I y IV.
En Águilas existieron dos termas públicas de origen romano: las occidentales, del siglo IV, descubiertas a finales del siglo XVIII y las Orientales del siglo II, descubiertas en el año 2000.



Vista general de la Potabilizadora de Sierra de la Espada.

Aprovechando su afloramiento termal, en el siglo I se estableció en Alhama un importante complejo de baño en el que tenían cabida salas para uso medicinal y recreativo. Eran utilizadas –en ambientes separados– por hombres y mujeres. Su principal importancia radica en que fue sucesivamente, y a lo largo de casi dos mil años, terma romana, hamman árabe y baño decimonónico.
Un viajero alemán de finales del siglo XV describe así las aguas termales de Alhama: “[...] me bañé en ellas durante una hora y sudé de un modo copioso, mas puedo asegurar que a los ocho días, aún notaba sus efectos de frescura y vigor” [...]

En los siglos siguientes, el edificio fue entrando en una fase de decadencia, hasta la construcción del gran Hotel-Balnerario en 1848, un edificio de tres plantas sobre las antiguas salas de baño que reutiliza parte de las antiguas instalaciones. Contaba con habitaciones para alojamiento de bañistas y lujosas bañeras modernas, así como duchas, baños de vapor, pulverizaciones y alberca general.
Era la época de esplendor de los baños, a los que las gentes achacaban propiedades muy saludables, como indica una placa en el balnerario: ‘Aegrotantium saluti valentium voluptati anno MDCCCXlVIII’: ‘Para la salud de los enfermos y el recreo de los sanos’.
El baño en la cultura árabe es también fundamental, aunque en ella el baño posee un significado netamente religioso, ya que es necesario para efectuar las oraciones diarias a que les obliga su religión, lo que explica la proliferación que tuvieron entre la sociedad musulmana. Se calcula que en Córdoba existieron en el siglo X en torno a 600 baños.

A imitación de las termas romanas, el bañista árabe pasaba, tras desvestirse, a una sala fría, y de ahí a un sala tibia, donde recibía un masaje. A continuación llegaba a la sala caliente, donde tomaba baños de vapor sentado en bancos de madera, sumergiéndose cada cierto tiempo en una piscina de agua caliente. Este calor les permitía desprenderse de la suciedad y la grasa de la piel.
Las mujeres, en instalación aparte, podían depilarse, perfumarse y acicalarse en una sala habilitada para ello.
De la importancia de los baños de Alhama en época árabe nos da idea el hecho de que fue su existencia lo que sirvió para bautizar la localidad –Alhama viene de Al hammam, el baño–.
Alhama de Murcia es una de las cuatro Alhamas existentes en nuestra geografía nacional, junto a Alhama de Almería, Alhama de Aragón y Alhama de Granada.